lunes, 2 de octubre de 2017

Nanacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte V/V






Estimados amigos

Hoy es lunes popular y de Nanacinder en Venezuela. Como ya saben los lectores de este blog en esta Tierra de Gracias  los días lunes los cines venden sus boletos a mitad de precio, razón por la cual es un día donde los cines colapsan de amantes de la pantalla de plata.de ahí el mote de Lunes popular.



Pedro Téllez. Fotografía de Yuri Valecillo

Hoy publicamos la última entrada de la Antología mínima de la revista Nanacinder, la revista de la Colonia Psiquiatrica de Bárbula. Así le damos cierre a esta serie de entregas sobre esta interesante inciativa que se llevó a cabo en Naguanagua. Agradecemos el trabajo que el escritor valenciano Pedro Téllez hizo al recolectar el material, que divulgó n la revista La Tuna de Oro de la Universidad de Carabobo  (UC), que ustedes han podido disfrutar durante esta cinco entregas. 


Pabellón de la Colonia psiquiátrica de Bárbula en 1956

Deseamos disfruten de la entrada.



Revista La Tuna de Oro. Órgano de la Cultura Universitaria. Nº 39. enero-marzo 2002. 


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LUZ , CENIZAS Y ESPUMA


A.S.M.


Para comenzar esta obra apelo a las vibraciones divinas, mis compa­ñeras inseparables en las horas tor­mentosas de mi locura, apelo a mi sis­tema nervioso baluarte máximo de la lucha trabada entre el consciente y el inconsciente; apelo a mi consciente que me inspire y a mi inconsciente que me guíe y a mis dedos en conjunto con las uñas, que tengan el suficiente poder para terminar esta obra, pues será para mí un eslabón en la cura total de mi enfermedad de sicópata.


Vamos a entrar en la fase de la enfermedad por lo tanto voy a hacer un paréntesis para invocar a los espí­ritus buenos que siempre me acompa­ñarán para que me inspire, digo invo­car a los espíritus puesto que siempre que hago algo en mi vida hago invocaciones para que la inspiración divina me acompañe. El hecho de in­vocar a los espíritus es que yo me tildo de espiritista, ahora bien, espiritista es creer en el espíritu, y yo pregunto : ¿Quién no cree en los espíritus? Espi­ritismo es ciencia, espiritismo es amor, no voy a invocar espíritus de personas muertas. Esas personas que descansan en Paz y que la tierra les sea muy li­viana para que las vibraciones divinas puedan llegar hasta sus cuerpos lo más puras posibles para poder deshilarlos, digo deshilarlos, puesto que nuestros cuerpos, a mi entender, son como una pieza de malla; nuestros cuerpos son hechos por la mano de Dios Todopode­roso que los teje de sus tejidos más finos y al perder lo que corrientemen­te se llama vida, entonces él con todo su amor los vuelve a deshilar envian­do toda esa materia hacia otros plane­tas donde las utilizará en otras confec­ciones porque nada se pierde, todo se transforma.



Le llamo Divino Tejedor, porque me pongo a pensar en la Armonía de los átomos y me quedo pasmado de tanta Harmonía; podrá el hombre en su obra maestra forjar la Harmonía de un Átomo de Hierro, digo hierro porque es lo que más a la mano tengo, pero podría citar por ejemplo los áto­mos de piedra, las transformaciones, por qué tienen pasado y esos átomos tan bellos que me están visitando aquí, esos átomos de Helio que están origi­nando los rayos solares. Qué sería de la Tierra sin Sol, ¿ya lo pensaron?, esos son átomos y eso es tela tejida por la Mano Divina, eso es algo tan sutil, que por solo pensarlo nada más, me mete­rían en un manicomio y me llamarían ¡loco, loco!... muchas veces, pero hoy digo: hermanos míos que son locuras divinas! Los rayos solares me dejan -figúrense que parece que quedo en ti­nieblas* imagínense las palabras que salieron mientras los rayos solares es­taban batiendo de lleno en la máqui­na, ahora es como si se me fueran las inspiraciones, por lo tanto, es en estos momentos que hago las invocaciones, vean como las hago: Invoco las vibra­ciones divinas que sigan asistiendo a este pequeño relato y si no es posible hacerlo por medio de los rayos solares que lo haga por medio de la Mente Cósmica; imagínense, así nace la pa­labra de la Mente Cósmica. Tiene que existir una Mente Cósmica que todo lo controle, por lo tanto, es a esa Men­te Cósmica que pido dé la inspiración a mis médicos para que me puedan se­guir tratando, porque me sienta mal en este estado de ánimo; al contrario a mí no me importaría que me llama­sen loco millones de veces, siendo siempre así un loco inspirado por la Mente Cósmica. La Inspiración Divi­na permite que yo me pueda sanar y ser un hombre de sociedad como to­dos los hombres, porque el mundo en que vivo a pesar de ser verdaderamente fantástico es un mundo que todavía es prematuro pensar en él; pueda que la Tierra llegue a esa fase de desarrollo y así, llegar a ese punto de ver mara­villas; más tarde les contaré algunas, si acaso desean que les cuente.


CÓMO SUCEDIÓ LA ENFERMEDAD


Un día por la tarde me encon­traba en la orilla de la mar pensando cosas absurdas pero no me daba cuen­ta de ello, me sentía bien por el mun­do donde estaba siendo transportado. Yo nunca tomé drogas de ninguna cla­se pero creo que ello era efecto como de drogas, pues el mundo donde esta­ba siendo transportado era tan irreal que perdí el nexo del tiempo y del es­pacio y de todo lo que está relacionado con la vida normal.

Fui a comer y salí para el cine y la película me entusiasmó, era como si estuviera soñando y al salir de la película, tenía la impresión de que en el cine me habían puesto un hilo en la vista que ese hilo me conduciría hacia un paraíso y entonces comencé a se­guir la ruta de ese hilo. Llevé el ca­mión a la casa y empecé a caminar, a caminar por rumbos tan diferentes que llegó la noche y yo siempre caminan­do. Volví de nuevo a la orilla de la pla­ya y estuve allí sentado bastante tiem­po, siguiendo el curso de la imagina­ción. Dieron las diez, las once, las doce... y yo siempre sentado en la ori­lla de la playa. El hilo seguía su curso y era como si fuera una cinta magne­tofónica grabada, cada momento que pasaba me hacia visionar cosas tan di­ferentes que se me torna imposible describirlas por lo absurdo que eran, por ejemplo, la razón principal de la cinta era llevarme por la ruta que me conduciría al centro de la Tierra.


Tenía que correr todas las ru­tas, superar todos los precipicios, en fin lograr vencer todos los obstáculos para poder llegar al centro de la Tie­rra. Una vez allí poder apreciar los talleres donde se teje desde los átomos que componen las nebulosas hasta la materia más sutil de que se componen nuestras vistas.


Esa fue la promesa del espíritu que me vino a anunciar ese viaje al centro de la Tierra. En fin repitiendo iba caminando como si fuera llevado por la mano de una persona, era una clase de magnetismo animal lo que me conducía, como la física admite el mag­netismo, yo admito la física. Vamos a estar permanentemente en el campo de la física, por lo tanto, en la locura, yo era el mayor físico de la Tierra y había descubierto una manera de ir al centro de la Tierra caminando por la mano de un Espíritu.

Entonces fui a la orilla de la pla­ya, me puse a caminar y en determi­nado momento me lancé al agua para poder conquistar la meta que me pro­puso el espíritu que estaba siendo due­ño de mi cuerpo. Me lancé al agua con ropa y me puse a nadar hasta la meta designada; al llegar allí de nuevo me puse en período de meditación, comen­cé a caminar por la orilla de la playa y los perros me ladraban bastante, en­tonces llegué cerca de unos pescado­res que estaban pescando y les pedí un pescado, me lo dieron y lo boté de nue­vo al agua. Comencé a recordarme de todos los apóstoles y encontré un bar­co de un pescador que llevaba el nom­bre de PEDRO, entonces medité que ya había encontrado a PEDRO y me faltaba encontrar los otros. En ese bar­co estaba un pescador dormido, yo me figuré que ese pescador era PEDRO y me puse a ver si encontraba a PABLO. Así iba haciendo un recorrido por el tiempo, ya estaba en el tiempo de los apóstoles.


Tenía un padre que era un espí­ritu poderosísimo puesto que me puse a mirar detenidamente parte de la cár­cel y él puso su ojo izquierdo sobre la parte izquierda de mi cabeza y mis ojos adquirieron un poder extraordinario; logré ver los brillantes más bellos a determinada profundidad de la Tierra, qué belleza me hizo ver mi padre DA- VID o sea mi padre Espiritual -puesto que mi padre se llama Francisco- pero el amor que me demostró ese Señor, fue un amor tan grande que hoy ten­go vergüenza de decirlo, por lo tanto lo que pido es comprensión de todos puesto que todos pueden pasar, no digo por lo mismo pero si por algo pareci­do.


Mi padre me mandó a poner de rodillas en el suelo y las manos tam­bién, entonces sentí que por encima de mis espaldas deslizaban fluidos tan suaves que estuve en esa posición como día y medio y no me cansó el espectáculo, era extraordinario lo que yo veía deslizar por mis espaldas, era tan bello que no sé escribir las pala­bras que puedan demostrar el efecto de dicho acto.

Salí para fuera y era como si es­tuviera acompañado de eminencias, era como si a mi lado fueran los mayo­res sabios, porque todo parecía hablar: las moscas, las hormigas. ¡Qué mun­do maravilloso, entonces era como si me estuvieran diciendo: como sería maravilloso vuestro mundo si os en­tendierais como se entienden las hor­migas, cómo sería de sublime vuestro mundo si os amarais como se aman las mariposas. Todo eso me hablaban ellos, qué maravilla! Y digo hoy que pasé esa fase de locura, a veces desea­ría volver a esos puntos para poderlos estudiar...

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EL DIVINO TEJEDOR
I
Tú que eres del Universo
 El Divino Tejedor
Teje para la humanidad
Unos átomos de tu amor.
II        
De tus manos sutiles
Todo sale en cantidad
Desvía hacia la Tierra
Un poco de Fraternidad.
III      
Yo nací para pedir
 Y pido con emoción
Que unas con tu amor
Corazón a Corazón...


A.S.M.


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Pedro Téllez (Valencia, Venezuela, 1966). Ensayista. Conferencista. Bibliófilo. Médico psiquiatra. Ha publicado los libros: Añadir comento (1977). Fichas y remates (1998), Tela de araña (1999), La última cena del ensayo (2005)y Un Naipe en el camino de El Dorado (2007). Ha sido redactor en la revista Poesía y colaborador de la revista Zona Tórrida, publicaciones de la Universidad de Carabobo. Colaborador en publicaciones periódicas tales como Predios, Arte de leer, Mañongo y Tiempo Universitario.


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