domingo, 6 de agosto de 2017

Santiago Key-Ayala, bibliógrafo del libro no escrito







Estimado Liponautas


Hoy tenemos el agrado de hacerles llegar un nuevo texto de nuestro amigo Carlos Yusti donde rescata del olvido a un excelente escritor venezolano Santiago Key-Ayala.

Deseamos que disfruten de la entrada.

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PRÓLOGO DEL LIBRO CATEOS DE BIBLIOGRAFÍA

Carlos Yusti

En nuestro país una buena porción de escritores se encuentran aho­gados por el ruido y el protagonismo de autores mediocres o de inaguan­table medianía. Escritores olvidados intencionalmente, o sujetos a lectu­ras sesgadas, para no reconocer los valores literarios que puedan tener. Santiago Key-Ayala (1874-1959) es un escritor que ha pasado si no inadvertido por lo menos subvalorado en el contexto literario nacional. Algunas antologías de ensayistas lo incluyen, pero haciendo énfasis en sus escritos de carácter histórico como para cumplir con el encargo de no excluir a nadie.
Pedro Téllez

La perspectiva distinta sobre este escritor singular me la ofreció Pedro Téllez: "...el monosílabo Key, redactado en homenaje modernista por Luis Villalba-Villalba, le denomina: 'llave que abre el escriño de su amistad sin salvedades'. Buscamos en el dicciona­rio la palabra escriño que creíamos un diminutivo de escritura, pero en realidad su significado es otro, y el diccionario reporta dos acepciones: cesta de mimbre que sirve para dar de comer a los bueyes, y una segunda acepción -sin duda preferida por Villalba- la de cofrecito para guardar joyas. Nosotros nos queda­mos con ambas definiciones, tanto joyero, como recipiente para que coman las bestias. Así, buena parte de nuestros críticos e histo­riadores de la literatura' lo han leído como bueyes, han pasado de largo frente a estos ensayos breves". Téllez hace referencia a los ensayos que constituyen el libro de Key, Motivos de conversación. Monosílabos Triláteros de la lengua castellana. Cuestión aplicable a muchos de sus otros escritos. El trabajo ensayístico de Key se adelan­ta y nos salpica la ropa, posee sabor y rubor del escrito hecho sin tiempo, pero con el tiempo justo de la ilustración y la sabiduría. Son ensayos ensamblados de lectura e investigación para ofrecer una visión distinta de lo literario y lo histórico. Key va a los temas con una abultada biblio­grafía a sus espaldas. Luego tenemos la magia estilística concentrada en lo breve y lo preciso. Nada de amaneramientos retóricos, nada de prosa almibarada y rimbombante. Por otra parte, su obra estuvo largo tiempo dispersa en revistas y periódicos que ya nadie recuerda. Téllez afirma que la existencia de Key "bibliográficamente" hablando, se debe a las obras selectas editadas por Edime y preparadas por el propio autor en el año 1955.




Quisiera ocuparme de un pequeño libro de Key, Cateos de biblio­grafía. Estos cateos tratan de libros, pero con la particularidad de refe­rirse a libros que jamás fueron escritos. Libros que se quedaron flotando en ese limbo impreciso de proyectos, de ideas pergeñadas por largo tiempo que jamás tuvieron la consistencia sólida de convertirse en reali­dad. Enrique Vila-Matas en Bartleby y compañía, un libro escrito con el mismo espíritu de curiosidad que quizá alentó los cateos de Key, ofrece una panorámica de esos autores que deciden dejar de escribir, de esos escritores que siguiendo los pasos del escribiente de Melville deciden no hacerlo. Ambos libros son una curiosidad por el tema tratado. El libro de Key indaga sobre esas obras que se quedaron en la frontera del no, que fueron sólo una vaga idea, un acariciado proyecto que en muchos casos jamás llegó a cristalizar, o de obras que luego de escritas se extraviaron de manera irremediable. El libro de Enrique Vila-Matas hace su respec­tivo cateo de autores (como por ejemplo Juan Rulfo) que dejaron de escribir, de escritores que proyectaron una obra, pero que al mismo tiempo se impusieron miles de trabas para nunca escribirlas. Key-Ayala se tra­za una intención bastante extravagante: reseñar libros inexistentes. Para tan estrafalaria empresa el autor prepara una lista que incluye libros míticos, quiméricos, nonatos, malogrados y ajusticiados. Su justificación no escapa de las cercas de lo razonable: "Al parecer, la bibliografía debería concretarse a los libros impresos o manuscritos, material concreto del bibliógrafo. Pero la vida produce engendros capaces de ensanchar la investigación..." Key va a por esos engendros con una razonada curiosidad.



Para cualquier amante de los libros esta pesquisa emprendida por Key no deja de resultar un juego intelectual de mucha audacia e inteli­gencia. La historia de la literatura se encuentra atiborrada de libros abor­tados, perdidos; de autores que se concretaron a trazar obras en su cabeza que jamás salieron de allí, de escritores que planearon escribir libros que sólo fueron quimeras, vaporosos anhelos. Esto lleva a Key a preguntarse: "¿Cómo nacen los libros quiméricos, o mejor los títulos que los representan, tras lo cual no hay nada efectivo? De un cro­nista insolvente, de un biógrafo entusiasta. Un apunte, una cita, una referencia, los bautizan sin que hayan nacido. Ya en letra de molde, el libro nonato es traído y llevado por los repetidores de buena fe y el fantasma, si es autor reputado, se instala por años". Otro aspecto, señalado por Key, que aviva la proliferación de libros qui­méricos es la vanidad juvenil del escritor que se inicia. Los jóvenes au­tores, inéditos, pregonan sobre libros y poemas que no han escrito y los cuales son anunciados en tertulias y reuniones con gran pompa. Muchas veces dichos libros y poemas no llegan a esbozarse de ningún modo. Cuando no es la vanidad, acota el mismo Key, es el nombre que irrumpe, el título que cobra cuerpo en el autor. El nombre es, como lo escribe el autor, emblema, compendio. "Es como la bandera simbólica por la cual luchan y mueren los fundadores de estado. En el pensamiento del estadista y del apóstol la nueva nacionalidad esta diseñada con sus caracteres y sus lindes. En el pensamiento del escritor, el libro diseñado en su plan y concentrado en su nombre. La causa no triunfa, el estado no se funda, el libro no se escribe". Debo reconocer, confesión de parte, que en mi accidentada y traspapelada vida de autor he sido presa de proyectos literarios que en lo absoluto culminaré. Por ejemplo he reunido bastante material informativo en tor­no a la vida de Miguel Peña para escribir una pequeña biografía que, por razones que no tengo claras, no ha pasado de ser un etéreo deseo. De igual forma me sucede que buen número de artículos y ensayos se que­dan atascados en un párrafo, en una frase y muchas veces en apenas un título con sólo una bisagra sonora. Por lo general hago una lista de los temas que me atraen, muchos con el título ya delineado del todo. Algu­nos artículos de la lista los he escrito como si nada, pero otros se resisten con el mero título como por ejemplo "Los misóginos van al cielo" que trataría sobre literatura femenina o "Los ilustres segundones" que ver­saría sobre la relevancia de personajes secundarios. En dicho escrito hablaría de Panurgo, Picaporte, Watson, Sam Weller y Sancho Panza. De manera asombrosa dichos textos parecen condenados a la bibliogra­fía del aborto o nonatos como los denomina con acierto Key-Ayala.
También Key menciona el libro de jornal, "hermano del que llevan los comerciantes sólo porque el uno y el otro son obra de jornale­ros de la pluma". Este libro de jornal nace sobre la marcha y va publicándose en diarios y revistas. Key fue un experto en este tipo de libros.


Richard Brautigan 

En el cateo de libros abortados y quiméricos entran por supuesto aquellos libros que a pesar de materializarse en manuscritos jamás llegan a las playas de la tinta impresa y se quedan como náufragos en mitad de oscuras gavetas o en polvosos rincones. Vilas-Matas en su libro sobre los Bartlebys hace mención de la biblioteca Brautigan (en honor al escritor hippie e informal Richard Brautigan autor de varios libros demenciales y agujereados de absurdos como Un detective en Babilonia) especializada en coleccionar sólo libros rechazados por edi­toriales.




El cateo llevado a cabo por Key se circunscribe a varios casos emblemáticos. Así analiza las míticas memorias de Guzmán Blanco: "...las 'memorias' no existieron nunca como tales Memorias y en ninguna forma existen". Lo único que existió fueron los rumores en torno a una memorias cuyo aporte e interés radicaría en ser una mirada de testigo directo, pero que quizás hubiese sido una mirada retocada, falsificada, conociendo a su autor. El otro caso pulsado por Key es el referido a Las obras colosales de Félix Bigotte. A todas luces el Bigotte era un mitómano que soñó con escribir grandes libros. Los títu­los elegidos por Bigotte hablan de una personalidad no del todo sana. Así libros como Gramática latina, Historia filosófica de Venezuela y Teoría e historia de la música no fueron más que ensoñaciones de alto vuelo intelectual. Otro caso distinto lo configuran los manuscritos sobre educación de Miguel José Sanz que se perdieron. Así mismo está el caso de Lisandro Alvarado y su anunciada traducción del poema de Lucrecio, De rerum natura. Traducción que como es lógico no se sabe a ciencia cierta si se realizó o fue apenas un ideal erudito.


Lisandro Alvarado

Otros casos tratados por Key son los de Romero García y su obra dispersa, o perdida; los recuerdos frustrados del poeta Heraclio Martín y la fatalidad que truncó el proyecto de Felipe Larrazábal de escribir la biografía de los hombres célebres de nuestra América.


Blaise Cendrars


Blaise Cendrars, que sin duda no leyó a Key-Ayala, quería escribir un libro sobre esos volúmenes que nunca se editaron. El libro de Cendrars, del cual sólo llegó a pergeñar el título, Manuel de la bibliographie des livres jamais publiés ni même éscrits, buscaba ser un compendio de esos libros perdidos en el limbo, de esos ejemplares que se quedaron a medio camino. Como ven, Santiago Key-Ayala era un iluminado, un inspirado bastante desbordado; un espíritu necesitado de salir del recua­dro, un visionario dispuesto más en creer en los avatares de la vida que en los renglones apretados de un volumen, una inteligencia lúcida que intentaba liberarse de la clasificación manida o como él mismo lo escri­bió: "Mientras que el hombre, limitado por fuerza y acorralado en­tre muros opacos, pretende imponer su ley antropocéntrica al uni­verso, material o ideológico, la vida, soberana sin oposición y, por tanto ilimitada, rompe sin esfuerzo las clasificaciones humanas que son, y nada más, pura limitación".



CATEOS DE BIBLIOGRAFÍA
ISBN: 978-980-6540-63-7
Fondo editorial del caribe 2007
64 páginas
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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.



Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia



1 comentario:

  1. Excelente! Una maravilla que desconocía y no puedo más que agradecer...

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