jueves, 5 de noviembre de 2009

"Impresiones sobre la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2006"

Parte I/II

por Francisco Fernández Buey.


Francisco Fernández Buey

Caracas y Barcelona, IX/2006

Estuve una semana en Caracas, invitado por los organizadores de la II Feria Internacional del Libro de Venezuela. Primera constatación: ningún medio español, que yo sepa, hizo la más mínima referencia a este acontecimiento cultural. Tal vez porque las editoriales y personas invitadas tampoco suelen aparecer en los suplementos literarios de nuestros periódicos. He aquí los nombres: El viejo topo, la más antigua de las revistas alternativas de nuestros pagos; Txalaparta e Hiru, dos editoriales de Navarra y el País Vasco que han prestado particular atención al pensamiento crítico y en particular a lo que se produce en América Latina; Literastur, un joven proyecto asturiano muy vinculado a la Semana Negra de Gijón, entre cuyos inspiradores está el escritor chileno Luis Sepúlveda. Pero allí estaban también los grandes editores con sede en España: Planeta, Santillana, Ediciones B, Debate y algunos más. 

Primera diferencia, importante, respecto de lo que se puede observar en otras ferias libreras que conozco y a las que se dedican, sí, cientos de páginas en nuestros suplementos literarios: allí, en Caracas, en el Parque del Este, todos, grandes y pequeños tenían el mismo espacio, aproximadamente los mismos estantes. Esto hace un panorama también distinto al de otras Ferias: al ser todos iguales no se topa uno, ya de entrada, con la brutalidad que supone la hegemonía absoluta del dinero y del mercado; y, por tanto, predominan en conjunto los pequeños, los alternativos, las editoriales jóvenes con voz propia, los editores que en otros lugares sobreviven entre los márgenes y los subterráneos. 

Una diferencia ésta que no fue obstáculo para que jóvenes y mayores expresaran allí, en la FILVEN, su reconocimiento a otros grandes, no grandes del mercado sino grandes en la creación ensayística y poética, casi ignorados cuando no silenciados en España. Tres ejemplos de ese reconocimiento: el escritor cubano Miguel Barnet, del que tanto aprendimos, también aquí, en la década de los sesenta, a propósito de los cimarrones; el poeta venezolano Ramón Palomares, “el de la erupción primigenia del alma humana”, seguramente más conocido hoy en Italia que en España; el poeta brasileño-amazónico Thiago de Melo, amigo y traductor un día de Neruda y venerado ahora por los jóvenes latino-americanos que defienden el ecologismo social.

Cuba era el país invitado a la FILVEN y Guevara el mito revolucionario recordado. Allí vimos la vitalidad creativa, en la poesía, en el ensayo, en el documental, en la canción y en la danza, de la Cuba actual, y la capacidad organizativa de los intelectuales cubanos, cosas de las que se habla aquí mucho menos que de políticas de transición y politiquerías varias. Vimos las últimas publicaciones sobre el “Ché” y escuchamos, de labios de estudiosos y de compañeros suyos en la guerrilla, cosas nuevas que no sabíamos y cosas viejas que aún hay que recordar sobre lo que fue su vida y lo que fue su proyecto revolucionario, entre ellas la aportación más reciente de Paco Ignacio Taibo II, basada en múltiples conversaciones y entrevistas con todos los que fueron sus compañeros y en una reflexión personal tan seria como desenfadada. Otra constatación: después de tantos y tantos intentos de desmitificación interesada y después de tantos cambios como se han producido en el mundo desde su muerte, la figura del “Ché”, el aventurero asmático, el revolucionario constante, el crítico del socialismo frío y el debelador del imperialismo, ahí sigue, intacta, conmoviendo a unos y a otros: a unos por lo que hubo en él de carácter libérrimo; a otros por la solidez de sus convicciones.

Había allí, en la FILVEN, muchos libros sobre el socialismo publicados en varios países de América Latina. Mejores y peores: sobre el socialismo que fue, sobre el socialismo que no pudo ser y sobre el socialismo que se espera que haya algún día; sobre el socialismo como ideal y sobre el socialismo como realidad. Y, sobre todo, había multitud de ensayos sobre los movimientos sociales que están cambiando el panorama de América Latina: empujando a los dirigentes políticos a actuar de otra manera o fundiéndose con los nuevos partidos políticos de raíz indigenista que están modificando la faz socio-cultural de los países andinos. Allí estaban las últimas publicaciones del Consejo Latino-Americano de Ciencias Sociales (CLACSO) sobre filosofía política, ciencias sociales y movimientos sociales, por lo general desconocidas en nuestras librerías. 

Y allí había un montón de folletos y libros libertarios que mantienen la memoria de la tradición anarquista hispana, más viva, parece, que en la Península. Tal vez no se sepa bien todavía en Venezuela qué puede ser eso del socialismo bolivariano y cristiano del siglo XXI, anunciado por Chavez, pero saben dónde informarse. Y saben, sobre todo, que no hay nada que aprender de la vieja orientación eurocéntrica que toma el nombre del socialismo en vano. Saben reírse y se ríen, con toda la razón, de los medios de comunicación de la irónicamente llamada “madre patria” que habitualmente denominan “socialdemócrata” a la oposición antichavista (apoyada e inspirada, ay, nada menos que por Mayor Oreja y la FAES).



Continuará



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